W. Mitchell
Que maravilloso es conocer personas a las cuales las adversidades “les hacen los mandados”, y no solo eso, sino que sacan lo mejor de ellos en todos sentidos, por supuesto que esto no es nada fácil, a muchos nos parece hasta imposible, sin embargo, si ellos pueden, nosotros también. Hoy les comparto la semblanza de W. Mitchell, un hombre que logró salir adelante de dos terribles accidentes, y después de ellos, se convirtió en alcalde de su pequeño pueblo, salvó una montaña, es un empresario millonario, viaja por todo el mundo dando conferencias, y 9,000 cosas más…
William John Schiff III nació el 11 de abril de 1943 en Pennsylvania, Estados Unidos, dentro de una familia de la clase media alta. Ya siendo mayor cambió su nombre a W. Mitchell en honor de su padrastro Luke Mitchell.
Después de abandonar la escuela Mitchell sirvió en la Marina de los Estados Unidos, después fue taxista y posteriormente conductor de los tranvías de San Francisco, California. Mitchell era un joven con buena apariencia, a quien le gustaba el estilo de vida rápido. Tiene una gran pasión por el esquí, los aviones y todo lo que tenga motor. Esa pasión por la velocidad fue lo que lo llevó a los eventos que cambiaron drásticamente su vida. El 19 de julio de 1971 conducía por la carretera a ciento veinte kilómetros por hora en su motocicleta cuando se distrajo con algo que estaba al margen del camino, cuando volvió a mirar al frente, apenas le quedaba un segundo para reaccionar. Era casi demasiado tarde. Un camión salió de una calle transversal. Para salvar su vida tumbó la motocicleta iniciando un patinazo angustioso, que le pareció eterno. Se vio a sí mismo en cámara lenta, pasando por debajo del camión. Pero sucedió lo peor: el depósito de gasolina perdió el tapón, y el combustible se derramó y encendió. Cuando volvió en sí se halló en la cama de un hospital, traspasado por el dolor, incapaz de moverse y sin atreverse casi a respirar. Las tres cuartas partes de su cuerpo estaban cubiertas de horribles quemaduras de tercer grado. Pero él se negó a rendirse. Luchó por salvar la vida, vivió momentos muy duros de intenso dolor. Estuvo cuatro meses en el hospital y no lo dejaban verse en un espejo, sufrió muchas operaciones para hacerle injertos y tratar de reconstruirle la cara, perdió todos los dedos de sus manos, en fin, no hay palabras para describir por lo que pasó este hombre.
Y no todo terminó ahí, al tratar de regresar a la sociedad donde había vivido, se encontró con la crueldad de las personas, sobre todo los niños, que le gritaban al pasar ¡monstruo, monstruo!, entonces, para evitar que la gente lo torturara se cambió a vivir a un pequeño pueblo de esquiadores en Colorado, Crested Butte, donde no tuvo problemas en hacer nuevos amigos que veían más allá de las apariencias, y con el apoyo de ellos empezó a reconstruir su vida. Inició un negocio exitoso de estufas de leña de bajo consumo, y volvió a perseguir sus antiguas pasiones, entre ellas pudo obtener su licencia de piloto aviador.
Sin embargo su vida iba a ser interrumpida otra vez. El 11 de noviembre de 1975 al hacer un vuelo en su avioneta, ésta sufrió una avería y al hacer un aterrizaje forzoso se rompió la espalda y quedó paralizado de la cintura para abajo. Fueron 2 años en los que se dedicó a buscar una cura, después de ese tiempo se dio cuenta de que iba a continuar su vida en una silla de ruedas, y así fue, continuó con su vida, con coraje y mucha voluntad inspiró a muchos de sus amigos y vecinos mientras luchaba por recobrar su vida y nuevos retos, él dice, “antes del accidente podía hacer 10,000 cosas, ahora solo 9,000, me puedo enfocar el resto de mi vida en las mil cosas que ya no puedo hacer o hacerme cargo de esas nueve mil, que puedo hacer todo el tiempo”.
Mitchell continuó su vida conviviendo con sus amigos, y se sintió atraído por la política, pues, atraído por la belleza de Colorado, inició una batalla para salvar el Pico de Crested Butte de las garras de la Compañía Minera más grande del país que quería destruir la frágil belleza y ecología de su nuevo hogar, y se convirtió en un líder de su pueblo, tanto, que lo eligieron alcalde del mismo, y así, utilizando toda su resistencia y determinación luchó contra sus oponentes, la compañía minera, haciendo que los ojos del mundo voltearan a Crested Butte, e iniciando una batalla de David contra Goliat en la que Mitchell pidió ayuda de Washington, finalmente logró ganar la pelea. La satisfacción de Mitchell es muy grande, pues “salvó una montaña”, además él ha logrado hacer cosas que nunca antes nadie había logrado en ese pueblito. Al terminar su periodo de alcalde fue reelegido, después se lanzó en el Congreso, en donde usó el slogan: “Voten por mí para el Congreso y no seré sólo un guapo más”, pero le faltaron algunos votos para ganar. Sin embargo, su demanda como conferencista creció muchísimo y ahora viaja por todo el mundo, literal, llevando un inspirador mensaje de esperanza, fuerza y perseverancia. También se convirtió en escritor de dos libros: “It's Not What Happens to You, It's What You Do About It” (No es lo que te sucede, sino lo que tú haces con lo que te sucede) que es además su lema, y “The Man Who Would Not Be Defeated” (El hombre que no sería vencido).
Mitchell dice que es imposible saber que sería de su vida si no se hubiera quemado, si no hubiera sufrido de parálisis, si no hubiera tenido los padres y el padrastro que tuvo, pero lo más seguro es que esto que le sucedió es lo que le dio la fuerza y lo ayudó a entenderse más a él mismo. También dice que lo que aprendió no lo cambiaría por nada en el mundo, que jamás se hubiese convertido en la persona que es, ni hubiese tenido esa gran actitud positiva en la vida si no hubiese pasado por todo aquello.
Mitchell tiene un sentido del humor maravilloso junto a su actitud positiva, les comparto esta anécdota que lo demuestra: en una ocasión en un vuelo, el comandante del avión avisó por el micrófono que el avión había sufrido una avería y que tendrían que realizar un aterrizaje de emergencia, pero para evitar riesgos, iban a volar en círculo hasta agotar todo el combustible que llevaba el aparato. La mayoría de los viajeros se quedaron aterrorizados, mientras Mitchell simplemente se giró hacia su compañero de asiento y le dijo: “Espero que todas estas millas que vamos a estar volando me cuenten para mi tarjeta de puntos”…jajaja ¡Genio y figura!