Tenemos
una historia que contarte…
We have a
story to tell...
(Please read
this story below the Spanish version)
Nunca Dejes de
Soñar
Empecé
a dar muestras de convertirme en empresario justo después de la preparatoria.
Yo era el segundo de los menores de una familia numerosa. Todos mis hermanos y
hermanas mayores tenían trabajo; todos mis amigos estaban trabajando, o irían a
la universidad.
Parecía
que la universidad era el siguiente paso lógico para mí. Después de todo, de
repente me encontré en una buena situación. No teníamos mucho dinero así que apliqué
para un donativo, y los combiné con una beca deportiva parcial, me estaban
pagando para ir a la universidad. Qué gran manera de pasar los próximos cuatro
años ¿no? Yo saldría en tres! Tres semanas.
Yo
no sabía lo que quería, pero estaba seguro de que lo que fuera no requería una
educación universitaria. Estaba listo para unirme a la clase trabajadora. Obtendría
un buen trabajo, trabajaría por 30 años y me relajaría con una buena pensión
antes de cumplir 50. Tendría la vida más o menos resuelta para entonces,
¿verdad?
El
tiempo más largo que permanecí en cualquier trabajo era de unas ocho semanas. Nunca
fui despedido de un trabajo, simplemente no me quedaba mucho en el mismo. Estaba
decidido a hacer lo que yo quisiera cuando quisiera.
¿Has
notado un tema recurrente? Tomo decisiones de manera impulsiva y no desde mi cerebro.
Una vez más, seguí a mi corazón y comencé un negocio de pintura a pesar de que no tenía habilidades de negocios, o
habilidades para la pintura en este caso. Lo único que estaba seguro era que
quería controlar mi destino - en otras palabras, ¡que quería ser un empresario!
A
los dieciocho años de edad parecía solo de quince. Probablemente por eso tan pocas
personas me contrataron para el trabajo de pintura, pero estaba bien. La
libertad era una maravilla. Yo era mi único jefe. No importaba cuánto dinero
hiciera al principio, sólo que trabajaba para mí. El peor día como dueño del
negocio era 100 veces mejor que mi mejor día de trabajo para los demás.
Tenía
21 años y mi esposa Lisa 19 años cuando decidimos hacer lo que todos los
jóvenes, soñadores sin trabajo hacen en medio de una recesión. Caminamos
tomados del brazo saliendo de nuestra boda hacia nuestro “juntos felices para siempre”... ¡desempleados! Por alguna extraña
razón mis suegros simplemente no vieron el humor.
Fueron
tiempos difíciles en un principio; estaba decidido a ser un contratista de pintura. El
único problema con ese plan era que yo no tenía la menor idea de cómo manejar
un negocio de pintura. Tenía que hacer que funcionara.
Fue
el punto más bajo de mi vida, con mi espalda contra la pared, pero nunca dejé
de soñar con mejores días por delante. A pesar de que no tenía nada, aún
recuerdo sentir lástima por mis amigos y familia porque tenían lo que yo
llamaba "trabajos reales".
Durante
ocho años culpé a la economía, al presidente, al lugar donde vivía; culpaba a
todos por mis problemas, pero la persona responsable era la que estaba en el
espejo. Mi señal finalmente llegó, en forma de tres pequeñas palabras de Lisa.
"Terry,
estoy embarazada."
Encontré
mi motivación.
En
ese momento me di cuenta de que le había dado forma a nuestras vidas hasta ese
punto, y que tenía el poder para cambiarlo. Después de todo, era por eso que
quería ser un empresario en primer lugar.
Esas
tres palabras me inspiraron a dejar de quejarme y asumir la responsabilidad de
mi vida, para reinventarme, para tomar el control de mi negocio, mi futuro.
Dejé de pensar en mis clientes como si fueran sólo un cheque y empecé a
tratarlos como amigos. Aprendí a comunicar confianza, ¡y mi negocio despegó!
Durante
los siguientes siete meses, y para cuando vi a nuestro hijo Andrew respirar por
vez primera, había cuadruplicado mis ingresos. Cambié los sueños por metas y
tomé acciones hasta que mis objetivos se convirtieron en realidad. En
retrospectiva, la parte más difícil de hacer realidad mis sueños fue hacer ese
cambio mental.
Dejé
de culpar a todo y a todos y me hice cargo de mis errores y defectos. Ese fue
el cambio de juego para mí, porque hasta entonces, en mi mente, todo iba
siempre a ser culpa de alguien más. El cambio es incómodo, pero necesario si se
quiere crecer. El día que asumí la responsabilidad de mi vida fue el día que
tomé el control de mi futuro.
Para
mí ahora, no importa lo duro que las cosas se ponen, todo lo que tengo que
hacer es recordar la época en que compré un regalo de Navidad con rollos de centavitos,
y recordarme a mí mismo que, aunque estaba por los suelos; nunca dejé de soñar.
Me vi claramente viviendo exactamente la vida que tengo hoy. ¡Los sueños se
hacen realidad!
Yo
solía sentirme avergonzado de contarle a alguien sobre esos tiempos lamentables
y penosos en mi vida. Ahora, hablo de ello con la esperanza de inspirar a
cualquier persona con la que me relacione y quiera darse cuenta del poder de
los sueños. De comprender la fuerza detrás de tener una visión clara de lo que
quieras. La vida no te va a negar lo que quieres si estás dispuesto a darlo
todo. Recuerda, puedes hacer cualquier cosa que te propongas, y por encima de
todo, no dejar nunca de soñar.
Terry
Begue
Terry
Begue es ahora un contratista de pintura y habla profesionalmente sobre
cómo construir empresas. Ir a www.terrybegue.com y descargar su copia
gratuita de “How to be in Demand.”
(Cómo ser muy solicitado).
Adaptación
al Español:
Graciela
Sepúlveda y Andrés Bermea
Here the
English version…
Never Stop
Dreaming
I started to
show textbook signs of becoming an entrepreneur just after high school. I was the
second youngest in a large family. All of my older brothers and sisters had
jobs; all my friends were working, or going off to college.
It seemed
college was the next logical step for me. After all, I had suddenly found
myself in a good situation. We didn’t have a lot of money growing up so I
qualified for grants, and combined with a partial athletic scholarship I was
getting paid to go to college. What a great way to spend the next four years
right? I was out in three! Three weeks that is.
I didn’t know
what I wanted, but was sure that whatever it was didn’t require a college
education. I was ready to join the working class. I’d get a good job, put in my
30 years and kick back with a nice pension before I was 50. I had life pretty
much all figured out by then, right?
The longest I
ever stayed at any job was about eight weeks. I was never fired from a job, I
just never stuck around very long either. I was determined to do what I wanted
to do when I wanted to do it.
Have you
noticed a reoccurring theme? I make decisions from my heart and not my brain.
Once again, I followed my heart and started a painting business even though I
had no business skills, or painting skills for that matter. The only thing I
was sure of was I wanted to be in control of my destiny – in others words I
wanted to be an entrepreneur!
At age
eighteen I looked only fifteen. Probably why so few people hired me for
painting, but that was okay. Freedom was a blast. I was the only boss of me. It
didn’t matter how much money I made at first, only that I was working for
myself. The worst day as a business owner was 100 times better than my best day
working for others.
I was 21 and
my wife Lisa 19 when we decided to do what all young, jobless dreamers do in
the middle of a recession. We walked arm in arm out of our wedding into our happily ever after… unemployed! For some strange reason my in-laws just
didn’t see the humor?
Times were
tough in the beginning; I was bound and determined to be a painting contractor.
The only problem with that plan, I didn’t have the slightest clue how to run a
painting business. I had to make it work.
It was the
lowest point in my life, with my back against the wall, but I never stopped
dreaming of better days ahead. Even though I had nothing, I still remember
feeling sorry for my friends and family because they had what I called “real
jobs.”
For eight
years I blamed the economy, the president, where I lived; I blamed everyone for
my troubles but the person responsible - the one in the mirror. My sign finally
came, in the form of three little words from Lisa.
“Terry, I’m
pregnant.”
I found my
motivation.
In that moment
I realized I had shaped our lives to that point, and that I had the power to
change it. After all, that was why I wanted to be an entrepreneur in the first
place.
Those three
little words inspired me to stop complaining and take responsibility for my
life, to reinvent myself, to take control of my business – my future. I stopped
thinking of my customers as just a pay check and started treating them like
friends. I learned to communicate trust, and my business went crazy!
Over the next
seven months, and by the time I watched our son Andrew take his first breath, I
had quadrupled my income. I changed dreams to goals and I took action until my
goals became my reality. In hindsight the hardest part of realizing my dreams
was making that mental shift.
I stopped
playing the blame game and took ownership for my mistakes and shortcomings.
That was the game-changer for me because until then, in my mind, it was always
going to be someone else’s fault. Change is uncomfortable, but necessary if you
want to grow. The day I took responsibility for my life was the day I took
control of my future.
For me now, no
matter how tough things get, all I have to do is think back to a time when I
bought a Christmas present with penny rolls, and remind myself that even though
I was at rock bottom; I never stopped dreaming. I clearly saw myself living
exactly the life I have today. Dreams do come true!
I used to be
embarrassed to tell anyone about those sorry, pitiful times in my life. Now, I
talk about it in the hope that it will inspire anyone who can relate to realize
the power of dreams. To understand the strength behind having a clear vision of
anything you want. Life will not deny the person who makes up their mind to
give it their all. Remember, you can do anything you set your mind to, and
above all else, don’t ever stop dreaming.
Terry Begue
No hay comentarios.:
Publicar un comentario