Compilado por Graciela
Sepúlveda
Acabo de terminar el libro que me prestó mi
yerno, “Left to Tell (Sobrevivir Para Contarlo: como descubrí a Dios en medio
del holocausto en Ruanda)”
¡Wow!! qué libro tan inspirador, es la
vida de Immaculée Ilibagiza, una joven que vivió el genocidio en Ruanda en 1994
y todo lo que le sucedió durante 91 días mientras estuvo escondida y lo que sucedió
después hasta lograr su libertad completa, les comparto algo de esta
maravillosa historia de fe y esperanza…
Nacida en Ruanda en
1972, Immaculée es una Tutsi, la
minoría étnica en su país. Toda su infancia y adolescencia fue muy feliz al
lado de sus padres y tres hermanos que la querían y cuidaban mucho. Su padre
era muy respetado por toda la comunidad y un devoto católico al igual que toda
su familia. Immaculée era una estudiante muy dedicada y logró ingresar a la
Universidad Nacional en Butare para estudiar Ingeniería Eléctrica y Mecánica.
Iba a celebrarse la pascua de 1994 e Immaculée se quería quedar en la
Universidad para estudiar pues venían los exámenes y quería prepararse muy
bien, su papá le insistió mucho que fuera a pasar con ellos esta fiesta y así
lo hizo. Mientras estaba con su familia los escuadrones Hutu (quienes eran la mayoría étnica) de la muerte iniciaron una
ola de matanza de los Tutsis a través de todo el país. El padre de Immaculée le
pidió que fuera a pedirle al pastor Murinzi que la escondiera y logró ocultarse
con otras siete mujeres en un baño de .90 cm. por 1.30 m. donde no podían
hablar nunca, solo con señas o leyéndose
los labios, se turnaban para sentarse en el suelo y como nadie sabía en
la casa del pastor de las mujeres escondidas, él no les podía llevar mucha
comida, solo las sobras y una vez al día y a veces ninguna.
Pasaron ahí ¡91 días
de angustia!, pues continuamente iban a buscar Tutsis en la casa del pastor, gracias a que puso un armario tapando
la puerta no dieron nunca con ellas, además de que constantemente escuchaban
los gritos de dolor y muerte que ocurrían a solo unos centímetros de ellas.
Immaculée entró pesando 52 kg. y salió pesando 30 kg., y con todas las consecuencias
de no bañarse, peinarse, lavarse los dientes, y muchas cosas que a veces ni nos
damos cuenta que nos mantienen sanos y activos. Sin embargo, a pesar de todo
esto, Immaculée encontró vida en la oscuridad, construyendo una profunda
relación con Dios orando desde que despertaba hasta que se dormía, ayudada por
un rosario que le dio su padre antes de separarse, y aprendiendo inglés con un
diccionario francés-inglés que le pidió al pastor y dos libros en inglés, al
fin y al cabo, tenía mucho tiempo para dedicarse al estudio del idioma.
Al final de los 91
días las mujeres fueron trasladadas a un campamento donde el ejército francés
las protegió junto con más sobrevivientes Tutsis
que habían logrado mantenerse vivos durante el genocidio. Ahí Immaculée fue de
mucha ayuda pues hacía las veces de traductora entre los franceses y los Tutsis, además de que llevaba el
registro de todos los sobrevivientes. Semanas después fueron trasladados a un
campamento de los rebeldes Tutsis que
habían logrado diezmar las fuerzas Hutus,
y permanecieron ahí hasta que finalmente terminó la guerra. Immaculée encontró
entre sus nuevos amigos una familia, pues sus padres y dos hermanos fueron
brutalmente asesinados, el tercer hermano se encontraba en Senegal estudiando y
pasaría mucho tiempo antes de que pudieran reencontrarse. Immaculée encontró
junto con su profunda relación con Dios, la paz de perdonar al homicida de su
madre y hermano, y junto con él a todos los criminales de tan feroz guerra.
Immaculée decidió que
ya era hora de ponerse a trabajar y su sueño era trabajar en las Naciones
Unidas en Ruanda, y fue a solicitar el empleo, hizo todos los trámites, lleno
los formularios, y al final le dijeron que no había trabajo. Ella no se
desanimó, hizo lo mismo al día siguiente, y al día siguiente durante dos
semanas. A la tercera semana pudo comprarse algo de ropa, zapatos y hasta un
perfume y volvió a ir a solicitar el empleo, con su nuevo aspecto pudo llegar
hasta la oficina de recursos humanos, pero le dijeron lo mismo, que no había
trabajo. Desanimada se fue caminando cuando alguien le grita y la alcanza, la
habían confundido con otra persona, pero sin embargo, logra el trabajo que
tanto deseaba. Por cierto, ayudó mucho el hecho de que ya sabía inglés, o al
menos, gran parte del idioma.
Cuatro años después,
en 1998, Immaculée emigró a los Estado Unidos donde continuó su trabajo en las
Naciones Unidas. Durante este tiempo compartió su historia con amigos y
compañeros de trabajo, quienes quedaron impactados y le insistieron que la
escribiera. Tres días después de terminar el manuscrito conoció a uno de los
autores más vendidos en todo el mundo, el Dr. Wayne W. Dyer (Tus zonas
erróneas, El cielo es el límite, etc), quien, después de unos minutos de
conocerla, ofreció publicarle su libro. El Dr. Dyer se expresa de ella así: “Hay mucho más que carisma en el trabajo con
ella – Immaculée no solo escribe y habla sobre el amor y perdón incondicional,
sino que lo irradia a donde quiera que va”.
Este libro que
escribió Immaculée llamado “Left to Tell
(Sobreviviendo para contarlo) descubriendo a Dios en medio del holocausto
ruandés” muestra con gran emoción y dramatismo el poder de la fe en las
circunstancias más difíciles e improbables. Salió a la venta en el 2006,
convirtiéndose en un best-seller y siendo traducido en 15 idiomas. Immaculée
también tiene la fundación “Left to tell”
donde todos los fondos que recauda son para ayudar a los huérfanos del
genocidio. De la historia de Immaculée se hizo un documental llamado “El diario de Immaculée”.
Immaculée ha recibido
doctorados honorarios de las Universidades de Notre Dame, Saint John y Walsh.
Ha recibido muchos reconocimientos y ha sido honrada con numerosos premios
humanitarios como el Premio Internacional
Mahatma Gandhi de la Reconciliación y la Paz 2007, fue finalista del premio
a la Gente más Inspiradora del Año en
2006, y muchos más. Su libro ha sido incluido en el currículo de docenas de
preparatorias y universidades. El deseo y sobre todo la perseverancia ha sido
las herramientas claves en el logro de su éxito y realización personal.
Actualmente Immaculée
es una conferenciante profesional que viaja por todo el mundo compartiendo su
fe, su sabiduría y sus experiencias a todos los que quieran escucharla.
Vive en Manhattan con
su esposo Bryan Black, un hijo y una hija.
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