domingo, 3 de enero de 2016

No Esperes, Amigo… ¡Decídete! / Don't Hope, Friend...Decide!

Tenemos una historia que contarte…
We have a story to tell...
(Please read this story below the Spanish version)

No Esperes, Amigo… ¡Decídete!


Mientras esperaba para recoger a un amigo en el aeropuerto de Portland, Oregón, en los Estados Unidos, tuve una de esas experiencias que te cambian la vida y sobre las que oyes a otra gente hablar. Ya sabes, del tipo que te llega de forma inesperada. Bueno, ¡esto sucedió apenas a dos metros de mí!

Esforzándome para localizar a mi amigo entre los pasajeros que descendían del avión a través del túnel telescópico, vi a un hombre que venía hacia mí llevando dos maletas ligeras. Se detuvo a mi lado para saludar a su familia.

En primer lugar, le hizo señas a su hijo más pequeño  (tal vez de unos seis años) al momento en que bajaba sus maletas. Se dieron un conmovedor abrazo largo y cariñoso. Al separarse lo suficiente para mirarse el uno al otro, oí al padre decir: "Es tan bueno verte, hijo. ¡Te extrañé mucho!" Su hijo sonrió tímidamente, desvió los ojos, y respondió en voz baja: "¡Yo también, papá!"

Entonces el hombre se puso de pie, miró a los ojos de su hijo mayor (quizás de 9 ó 10) y mientras tomaba la cara de su hijo en sus manos, dijo: "Ya eres un jovencito. ¡Te quiero mucho Zach!" Ellos también se abrazaron en un amoroso y tierno abrazo. Su hijo no dijo nada. Ninguna respuesta era necesaria.

Mientras esto ocurría, una niña (tal vez de un año o año y medio) se revolvía con emoción en los brazos de su madre, ni una sola vez quitó sus ojitos de la maravillosa vista de su padre que regresaba. El hombre dijo: "¡Hola bebita!" mientras la tomaba de los brazos de su madre. Rápidamente le besó toda su carita y luego la abrazó contra su pecho mientras la balanceaba de un lado a otro. La niña se relajó instantáneamente y simplemente puso su cabeza en su hombro y permaneció inmóvil en pura y total felicidad.

Después de unos momentos, le entregó la bebita a su hijo mayor y dijo: "¡He guardado lo mejor para el final!" y procedió a darle a su esposa el más largo y apasionado beso que recuerdo haber visto jamás. Él la miró a los ojos durante unos segundos y luego susurró, "¡Te amo tanto!" Se miraron a los ojos, sonriendo el uno al otro, mientras se tomaban de las manos. Por un instante, me recordaba a los recién casados ​​pero sabía por la edad de sus hijos que eso no podía ser. Me quedé perplejo por un momento, luego me di cuenta de lo totalmente absorto que estaba con esta maravillosa exhibición de amor incondicional a unos cuantos centímetros de mí. De repente me sentí incómodo, como si estuviera invadiendo algo sagrado, pero me sorprendí al oír mi propia voz preguntar nerviosamente: "¡Vaya! ¿Cuánto tiempo llevan casados?"

"Hemos estado juntos catorce años en total, casados doce de ellos", respondió sin apartar su mirada del rostro de su encantadora esposa. "Bueno, entonces, ¿cuánto tiempo has estado fuera?" Le pregunté. El hombre finalmente me miró, todavía sonriendo con felicidad y me dijo: "¡Dos días enteros!"

¿Dos días?! ¡Quedé aturdido! Estaba seguro, por la intensidad del saludo que acababa de presenciar, que había estado fuera durante al menos varias semanas, si no meses, y sé que mi expresión me delató. Así que le dije casi sin darle importancia, con la esperanza de terminar mi intromisión con decoro (y volver a buscar a mi amigo): "¡Espero que mi matrimonio siga siendo tan apasionado después de doce años!"

El hombre de repente dejó de sonreír. Me miró directamente a los ojos, y con una intensidad que ardía justo en mi alma, me dijo algo que me dejó siendo una persona diferente. Me dijo: "No esperes amigo… decídete". Entonces me mostró su maravillosa sonrisa otra vez, me dio la mano y dijo: "¡Dios los bendiga!" Con eso, él y su familia se dieron la vuelta y se alejaron juntos con toda energía.

Yo seguía mirando a ese hombre excepcional y a su especial familia alejarse de mi vista cuando mi amigo se me acercó y me preguntó: "¿Que estás viendo?" Sin dudarlo, y con un curioso sentido de certeza, le respondí: "¡Mi futuro!"

Michael D. Hargrove

© Copyright 1997 por Michael D. Hargrove.
(Como se publicó en el libro "Una 5ª porción de Sopa de Pollo para el Alma") Todos los derechos reservados.
Visite el sitio web de Michael en: www.bluinc.com

Publicada originalmente en Internet en Insight Of The Day de Bob Proctor

Adaptación al Español:
Graciela Sepúlveda y Andrés Bermea

Here the English version…

Don't Hope, Friend...Decide!

While waiting to pick up a friend at the airport in Portland, Oregon, I had one of those life changing experiences that you hear other people talk about. You know, the kind that sneaks up on you unexpectedly? Well, this one occurred a mere two feet away from me!

Straining to locate my friend among the passengers deplaning through the jetway, I noticed a man coming toward me carrying two light bags. He stopped right next to me to greet his family.

First, he motioned to his youngest son (maybe six years old) as he laid down his bags. They gave each other a long, and movingly loving hug. As they separated enough to look in each other's face, I heard the father say, "It's so good to see you, son. I missed you so much!" His son smiled somewhat shyly, diverted his eyes, and replied softly, "Me too, Dad!"

Then the man stood up, gazed in the eyes of his oldest son (maybe 9 or 10) and while cupping his son's face in his hands he said, "You're already quite the young man. I love you very much Zach!" They too hugged a most loving, tender hug. His son said nothing. No reply was necessary.

While this was happening, a baby girl (perhaps one or one and a half) was squirming excitedly in her mother's arms, never once taking her little eyes off the wonderful sight of her returning father. The man said, "Hi babygirl!" as he gently took the child from her mother. He quickly kissed her face all over and then held her close to his chest while rocking her from side to side. The little girl instantly relaxed and simply laid her head on his shoulder and remained motionless in total pure contentment.

After several moments, he handed his daughter to his oldest son and declared, "I've saved the best for last!" and proceeded to give his wife the longest, most passionate kiss I ever remember seeing. He gazed into her eyes for several seconds and then silently mouthed, "I love you so much!" They stared into each other's eyes, beaming big smiles at one another, while holding both hands. For an instant, they reminded me of newlyweds but I knew by the age of their kids that they couldn't be. I puzzled about it for a moment, then realized how totally engrossed I was in the wonderful display of unconditional love not more than an arm's length away from me. I suddenly felt uncomfortable, as if I were invading something sacred, but was amazed to hear my own voice nervously ask, "Wow! How long have you two been married?"

"Been together fourteen years total, married twelve of those," he replied without breaking his gaze from his lovely wife's face. "Well then, how long have you been away?" I asked. The man finally looked at me, still beaming his joyous smile and told me, "Two whole days!"

Two days?! I was stunned! I was certain by the intensity of the greeting I just witnessed that he'd been gone for at least several weeks, if not months, and I know my expression betrayed me. So I said almost offhandedly, hoping to end my intrusion with some semblance of grace (and to get back to searching for my friend), "I hope my marriage is still that passionate after twelve years!"

The man suddenly stopped smiling. He looked me straight in the eye, and with an intensity that burned right into my soul, he told me something that left me a different person. He told me, "Don't hope friend...decide." Then he flashed me his wonderful smile again, shook my hand and said, "God bless!" With that, he and his family turned and energetically strode away together.

I was still watching that exceptional man and his special family walk just out of sight when my friend came up to me and asked, "What'cha looking at?" Without hesitating, and with a curious sense of certainty, I replied, "My future!"

Michael D. Hargrove

© Copyright 1997 by Michael D. Hargrove.
(As published in the book “A 5th Portion of Chicken Soup for the Soul”)
All rights reserved.
Visit Michael's website at: www.bluinc.com

Originally published on Insight Of The Day  from Bob Proctor



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