Coronel Gail Halvorsen
Compilado
por Graciela Sepúlveda
Muchas
veces durante el transcurso de nuestra vida nos topamos con muchas
oportunidades de brindar esperanza y aliento a los demás, este fue el caso del
Coronel Gail Halvorsen, quien al final de la Segunda Guerra Mundial se ganó los
apodos de el “Bombardero de Dulces”, “Uncle Wiggly Wings” (el Tío que mueve las
alas), el “Tío de Chocolate” y el “Piloto de Chocolate”, les compartimos su
dulce historia…
Gail Halvorsen nació en Salt Lake City, Utah en los
Estados Unidos el 10 de octubre de 1920 y creció en pequeñas granjas en Utah y
Idaho. Mientras trabajaba en el campo en la granja de remolacha de azúcar de su
padre, Gail veía pasar los aviones con mucho asombro, y empezó a soñar que él
quería volar uno de esos aviones. Su sueño permaneció con él hasta que pudo
solicitar y fue aceptado en un programa de formación de pilotos. El ataque a Pearl
Harbor lo llevó a unirse al Cuerpo Aéreo del Ejército, y se entrenó con los
combatientes en la Royal Air Force. Reasignado al servicio de transporte militar,
Gail permaneció en servicio hasta el final de la guerra.
En el mes de junio de 1948 Stalin (líder soviético)
ordenó a sus tropas bloquear todos los accesos por tierra y fluviales a Berlín
Occidental, que contaba por entonces con más de dos millones de habitantes, a
los que cortarían radicalmente el suministro de alimentos, combustible y otros bienes.
La idea de Stalin era que, ante la falta de suministros, pronto se rendirían y
aceptarían registrarse en la administración de racionamiento de Berlín
Oriental, consintiendo así, tácitamente, formar parte de la zona comunista de
Alemania. Los aliados occidentales idearon entonces un arriesgado plan:
abastecer la ciudad por vía aérea, a razón de unas cuatro mil toneladas de
suministros al día, algo que, en principio se presentaba como imposible.
Pero, al cabo de unos meses, Berlín recibía una media de
novecientos vuelos cada día (llegando a alcanzar 1,400 vuelos diarios), que la
abastecían con más de nueve mil toneladas diarias de bienes.
Muchos de esos vuelos aterrizaban en el aeropuerto
Tempelhof, en el sector norteamericano de Berlín. Precisamente en las pistas de
aquel aeropuerto se encontraba un día de julio de 1948 el piloto norteamericano
Gail Halvorsen, tras uno de estos vuelos del puente aéreo.
Al final de la pista, al otro lado de la alambrada, unos
niños miraban los aviones que aterrizaban con los suministros. Gail se acercó a
la alambrada y sacó dos chicles, los partió por la mitad y pasó los cuatro
trozos a través del alambre de púas. No hubo pelea. Los niños que recibieron
los trozos se los pasaron a los demás, y éstos a otros, y a otros… tan solo para
olerlos. Gail quedó impresionado y prometió a los niños que al día siguiente
volvería y lanzaría desde su avión chicles suficientes para todos. Uno de
ellos, haciéndose entender en inglés como pudo, preguntó: “Y con tantos aviones volando, ¿cómo sabremos cuál es el tuyo?”
- “Moveré las alas”
Contestó el piloto.
Dicho y hecho. Regresó a su base, compró en la cafetería
un puñado de chicles y caramelos, y pasó toda la noche atando pequeños paquetes
a tres paracaídas que hizo con tres pañuelos.
Al día siguiente Gail sobrevoló aquel lugar, balanceó las
alas de su avión y su copiloto lanzó los tres paracaídas caseros con las
golosinas, que fueron recogidas por aquellos niños. Durante tres semanas el
avión de Gail repitió los lanzamientos. Tres pañuelos cada día… y cada vez
había más niños esperando.
El piloto quería mantener el proyecto en secreto porque “era algo que se supone no se debe hacer”,
pero un día el General William Tunner le llamó a su despacho y le enseñó un
periódico berlinés con un extenso artículo sobre el lanzamiento de caramelos,
donde aparecía una fotografía de su avión. El General felicitó a Gail y aprobó
la continuación del proyecto.
Se corrió la voz por todo Estados Unidos, y Gail comenzó
a recibir cajas y cajas de caramelos, chicles y dulces, muchos de ellos ya
preparados con los paracaídas de pañuelos, y hasta 3 proposiciones de
matrimonio. La Asociación Estadounidense de Pasteleros también donó toneladas
de caramelos para la causa.
Gail Halvorsen no podía ni imaginar que lo que comenzó
con un puñado de golosinas y unos pañuelos suyos y de su tripulación,
desembocaría en una espectacular operación que se denominó Operación “Little Vittles” (pequeñas vituallas), y en
la que, al final del bloqueo, alrededor de 25 aviones llegaron a lanzar 23 toneladas
de chocolate, chicles y caramelos en diversos lugares de Berlín Oeste.
Gail Halvorsen consiguió elevar la moral de aquellos
niños durante ese tiempo de incertidumbre y privaciones. Como un joven berlinés
le dijo más tarde: “No era sólo el
chocolate. También era la esperanza”
El bloqueo de Berlín concluyó el 30 de septiembre de
1949, al comprender las autoridades soviéticas que ni los ciudadanos de Berlín,
ni las potencias occidentales tenían intención de rendirse.
La Operación Little Vittles les
mostraba a los niños que alguien se preocupaba lo suficiente por ellos como
para llevarles un poco de alegría, y los niños le decían al Coronel que ellos
podrían vivir sin suficiente comida, pero si perdían su libertad, no la podrían
recuperar más tarde. Así, utilizando un pañuelo como paracaídas con dulces
amarrados, el Coronel Halvorsen proporcionó a los niños un poco de la esperanza
de libertad que necesitaban para sobrevivir. Este esfuerzo representaba el
optimismo de un futuro más brillante por delante. A pesar de que el Coronel
Halversen ha ganado fama por su acto de bondad y oferta de esperanza para los
niños de Berlín, él no toma el crédito para sí mismo. En una reunión por el 60º
aniversario del puente aéreo, el Coronel
declaró: "En mi libro “The Berlin
Candy Bomber”, los verdaderos héroes fueron lo que se encargaban del mantenimiento
de las aeronaves y el personal de las operaciones del aeropuerto, que
trabajaron sin descanso y, a menudo, en condiciones muy difíciles para llevar a
cabo la misión. Los berlineses fueron también héroes porque a pesar de lo más difícil
de las circunstancias, nunca se dieron por vencidos”.
Una vez retirado, el Coronel Halvorsen ha seguido
recreando el espíritu de su dulce historia llevándola a otros países en
necesidad, como por ejemplo Tirana, Albania en 1999 a donde llevó materiales
escolares, juguetes y dulces a niños albaneses. Y el “Tío de las alas que se mueven” también ofreció su don especial a
las víctimas del huracán Katrina en el sur del Mississipi en el 2005, y así en
muchas ocasiones más.
El Coronel Gail Halvorsen ha recibido muchos
reconocimientos, y uno de los principales ha sido el que una Escuela Primaria
en Frankfurt, Alemania ahora lleva su nombre, y el 15 de junio 2013 una escuela
secundaria en el barrio de Zehlendorf en Berlín, Alemania también fue nombrada
en su honor. El Coronel Halvorsen estuvo presente para el nombramiento de ésta última
escuela.
Esta
linda historia nos muestra que los que una vez fueron enemigos, pues los
alemanes atacaban a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, ahora se
convirtieron en amigos a quienes poder ayudar. Esperanza es lo que los
británicos, franceses y americanos con su harina, huevos deshidratados, papas
deshidratadas, leche en polvo y carbón llevaban a los berlineses, esperanza de
libertad.
Todo el mundo necesita esperanza hoy tanto como los berlineses del
oeste necesitaban entonces y cualquiera de nosotros la puede dar a los demás.
Bien por el entusiasta Coronel y sus compañeros, quienes lograron el éxito al
ver sus esfuerzos coronados con la libertad de los alemanes, y muy posiblemente
con nuestra buena actitud, podríamos también convertir a un enemigo en nuestro
amigo y más aún, en que recupere uno de los tesoros más grandes de la
humanidad, la esperanza.
Te invitamos a ver el siguiente video (Inglés)
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