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“play” sobre el video…
Transcripción al Español:
En la esquina noroeste de los EE. UU., justo cerca de la
frontera canadiense, hay un pequeño pueblo llamado Libby, Montana, rodeado de
pinos y lagos y una vida silvestre simplemente increíble, con árboles enormes
que se elevan hasta el cielo. Y ahí hay un pequeño pueblo llamado Libby, que he
visitado, que se siente solitario, un poco aislado.
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Y en Libby, Montana, hay una mujer bastante inusual llamada
Gayla Benefield. Siempre se sintió un poco como una forastera, aunque ha estado
allí casi toda su vida, una mujer de origen ruso. Me contó que cuando iba a la
escuela era la única chica que había elegido hacer dibujo mecánico.
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Posteriormente en la vida, consiguió un trabajo, ir casa por
casa leyendo los medidores de los servicios, los de gas, de electricidad. Hacía
el trabajo a mitad del día, y algo llamó su atención particularmente: era que
en pleno día se encontraba a un montón de hombres que estaban en casa, de
mediana edad y un poco más y muchos de ellos parecían estar conectados a
tanques de oxígeno. Le pareció extraño. Luego, unos años más tarde, su padre
murió a la edad de 59, cinco días antes de recibir su pensión. Había sido
minero. Pensó que solo se había desgastado por el trabajo.
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Pero luego, unos años más tarde, su madre murió y le pareció
más extraño aún, porque su madre venía de una larga línea de personas que
parecían vivir por siempre. De hecho, el tío de Gayla está vivo hoy en día, y
aprendiendo a bailar vals. No tenía sentido que la madre de Gayla muriera tan
joven. Era una anomalía y quedó desconcertada por estas anomalías. Y otras le
vinieron a la mente. Recordó, por ejemplo, cuando su madre se había roto una
pierna y fue al hospital y le hicieron un montón de rayos X, dos eran rayos X
de la pierna, que tenían sentido, pero seis fueron radiografías de tórax, que
no lo tenían.
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Se preguntaba y preguntaba sobre cada pieza de su vida y la
de sus padres, tratando de entender lo que estaba viendo.
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Pensó en su pueblo. La ciudad tenía una mina de vermiculita.
La vermiculita se utilizaba para acondicionar suelos, para hacer que las
plantas crecieran más rápido y mejor. La vermiculita fue utilizada para aislar
los desvanes, enormes cantidades se pusieron bajo el techo para mantener las
casas calientes durante los largos inviernos de Montana. La vermiculita estaba
en el patio de recreo. Estaba en el campo de fútbol. Estaba en la pista de
patinaje. Lo que no aprendió hasta que empezó a trabajar en este problema es
que la vermiculita es una forma muy tóxica del asbesto.
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Cuando ella resolvió el rompecabezas, empezó a decirle a
todos los que pudo, lo que había pasado, lo que le habían hecho a sus padres y
a la gente que veía con los tanques de oxígeno en casa por las tardes. Pero
estaba realmente sorprendida. Pensó que, cuando todo el mundo supiera, querrían
hacer algo, pero en realidad nadie quería saberlo. De hecho, llegó a ser tan
molesta al insistir en contar la historia a sus vecinos, a sus amigos, a otras
personas en la comunidad, que finalmente se juntaron un montón de ellos e
hicieron una pegatina para el parachoques, que mostraban con orgullo en sus
coches, que decía, "Sí, soy de Libby, Montana, y no, no tengo
asbestosis".
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Pero Gayla no se detuvo. Siguió haciendo su investigación.
La llegada de Internet definitivamente la ayudó. Habló con todo el que podía.
Argumentó y discutió, y finalmente tuvo un golpe de suerte cuando un
investigador llegó a la ciudad a estudiar la historia de las minas en la zona,
y le contó su historia, y al principio, por supuesto, como todo el mundo, no le
creyó, pero regresó a Seattle e hizo su propia investigación y se dio cuenta de
que ella tenía razón.
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Así que ahora tenía un aliado. Sin embargo, la gente seguía
sin querer saber. Dijeron cosas como, "Bueno, si fuera de verdad
peligroso, alguien nos lo hubiera dicho". "Si de verdad es la causa
del porqué todo el mundo estaba muriendo, los médicos nos hubieran dicho".
Algunas de las personas con trabajos muy pesados dijeron, "No quiero ser
una víctima. No puedo ser una víctima y de todos modos, toda industria tiene
sus accidentes".
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Pero Gayla continuó y finalmente logró que una agencia
federal viniera a la ciudad y analizara a los habitantes de la ciudad, 15 000
personas, y lo que descubrieron fue que la ciudad tenía una tasa de mortalidad
80 veces mayor que en cualquier lugar de los EE. UU. Eso fue en el 2002 e
incluso en ese momento, nadie levantó la mano para decir, "Gayla, mira en
el patio donde juegan tus nietos. Está forrado con vermiculita".
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Esto no era ignorancia. Era ceguera voluntaria. La ceguera
voluntaria es un concepto legal que significa, que si hay información que
podrían y deberían saber pero que de alguna manera logran no saber, la ley
considera que hay ceguera voluntaria. Han elegido no saber. Hay un montón de
ceguera voluntaria en estos días. Puedes ver ceguera voluntaria en los bancos,
cuando miles de personas vendieron hipotecas a personas que no podían pagarlas.
Se pudo ver en los bancos cuando se manipularon las tasas de interés y todo el
mundo sabía lo que estaba pasando, pero todos cautelosamente lo ignoraron.
Pueden ver la ceguera voluntaria en la Iglesia Católica, donde fueron ignoradas
décadas de abuso infantil. Pueden ver la ceguera voluntaria en el período
previo a la guerra de Irak. La ceguera voluntaria existe en escalas épicas como
estas y también existe en escalas muy pequeñas, en las familias, en las casas y
comunidades de la gente, y particularmente en las organizaciones e
instituciones. A las empresas que han sido estudiadas por la ceguera voluntaria
se les puede preguntar cosas como, "¿Hay problemas en el trabajo que la
gente tenga miedo de señalar?" Y cuando los académicos han realizado
estudios como este en las corporaciones en los EE. UU., lo que encuentran es
que el 85% de la gente dice que sí. El 85% de la gente sabe que hay un
problema, pero no dicen nada. Y cuando repliqué la investigación en Europa,
haciendo las mismas preguntas, encontré exactamente el mismo número. 85%. Es
mucho silencio. Es mucha ceguera. Y lo que es realmente interesante es que
cuando fui a empresas en Suiza, me dijeron, "Es un problema únicamente
suizo". Y cuando fui a Alemania, me dijeron, "Oh sí, es la enfermedad
alemana". Y cuando fui a empresas en Inglaterra, me dijeron, "Oh, sí,
los británicos son muy malos en esto". Y la verdad es que es un problema
humano. Todos, bajo ciertas circunstancias, estamos voluntariamente cegados.
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Lo que la investigación demuestra es que algunas personas
son ciegas por miedo. Tienen miedo de represalias. Y algunas personas son
ciegas porque creen que, bueno, ver es inútil. Nada va a cambiar. Si hacemos
una protesta, si protestamos contra la guerra de Irak, nada cambia, así que,
¿por qué molestarse? Mejor no ver nada.
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Y lo que encuentro recurrentemente todo el tiempo es la
gente que dice, "Bueno, ya sabes, la gente que ve, son los soplones, y
todos sabemos lo que les pasa". Así que hay esta mitología profunda alrededor
de los soplones que dice, en primer lugar, que están todos locos. Pero lo que
he encontrado dando vueltas por el mundo y hablando con los denunciantes es, en
realidad, que son gente muy leal y muy a menudo muy conservadoras. Están
enormemente dedicadas a las instituciones para las que trabajan y la razón por
la que hablan, la razón por la que insisten en ver, es porque les importa mucho
la institución y quieren mantenerla sana.
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Y la otra cosa que la gente a menudo dice acerca de los
denunciantes es, "Bueno, no tiene sentido, porque sabes lo que les pasa.
Los aplastan. Nadie quiere pasar por algo así". Y sin embargo, cuando
hablo con los denunciantes, el tono recurrente que he oído es orgullo.
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Pienso en Joe Darby. Todos recordamos las fotos de Abu
Ghraib, que conmocionaron al mundo y que demostraron la clase de guerra que se
llevaba a cabo en Irak. Pero me pregunto quién recuerda a Joe Darby, el buen
soldado, muy obediente, que encontró esas fotografías y las entregó. Y dijo,
"Ya saben, no soy el tipo de hombre que delata a la gente, pero algunas
cosas cruzan la línea. La ignorancia es felicidad, dicen, pero no pueden seguir
con cosas como estas".
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He hablado con Steve Bolsin, un médico británico, que luchó
durante cinco años para llamar la atención sobre una peligrosa cirugía que
estaba matando a los bebés. Y le pregunté por qué lo hizo, y me dijo,
"Bueno, realmente fue mi hija quien me impulsó a hacerlo. Vino a mí una
noche, y me dijo, 'Papá, no puedes dejar que los niños mueran' ".
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O pienso en Cynthia Thomas, una hija y esposa del ejército
realmente leal, que al ver a sus amigos y conocidos regresar de la guerra de
Irak, estaba tan golpeada por su condición mental y por la negativa de los
militares a reconocer y admitir el síndrome de estrés postraumático que abrió
un café en medio de una ciudad militar para darles asistencia legal,
psicológica y médica. Y me dijo, "Sabes, Margaret, siempre solía decir que
no sabía lo que quería ser cuando creciera. Pero me he encontrado en esta
causa, y nunca seré la misma".
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Todos disfrutamos tantas libertades hoy en día, libertades
duramente ganadas: la libertad de escribir y publicar sin temor a la censura,
una libertad que no estaba aquí la última vez que vine a Hungría; la libertad
de voto, por la que las mujeres en particular tuvieron que luchar tan duro; la
libertad para las personas de diferentes etnias y culturas y orientación sexual
para vivir de la manera que ellos quisieran. Pero la libertad no existe si no
se usa, y lo que los denunciantes hacen, y lo que la gente como Gayla Benefield
hacen es usar la libertad que tienen. Y lo que están muy dispuestos a hacer es
reconocer que sí, que va a haber discusiones, y sí, voy a tener muchas disputas
con mis vecinos, mis colegas y mis amigos, pero voy a ser muy bueno en este conflicto.
Voy a tomar en cuenta a los detractores, porque hacen mi argumento más fuerte y
mejor. Puedo colaborar con mis oponentes para ser mejor en lo que hago. Estas
son personas de gran persistencia, de increíble paciencia y de una
determinación absoluta para no cegarse y no ser silenciados.
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Cuando fui a Libby, Montana, visité la clínica de asbestosis
que Gayla Benefield logró crear, un lugar donde al principio algunas de las
personas que querían ayuda y necesitaban atención médica entraban por la puerta
trasera porque no querían reconocer que ella tenía razón. Me senté en un
restaurante y vi como los camiones iban de arriba a abajo en la autopista,
llevando lejos la tierra de los jardines, reemplazándola con suelo fresco, sin
contaminar.
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Llevé a mi hija de 12 años conmigo, porque realmente quería
que conociera a Gayla.
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Y me dijo, "¿Por qué? No es gran cosa".
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Le dije, "No es una estrella de cine, no es una
celebridad, no es una experta y Gayla sería la primera persona en decir que no
es una santa. Lo realmente importante de Gayla es que es común. Ella es como
tú, y es como yo. Tenía libertad, y estaba lista para usarla".
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Muchas gracias.
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(Aplausos)
Traducción al Español: Armando
Maximo Hernandez Sanchez
Website: MHeffernan.com Twitter: @MHeffernan Facebook:
Margaret Heffernan
Bio:
Margaret Heffernan es ex directora general de cinco
empresas, explora los patrones de pensamiento considerados como “muy humanos” -
tales como la prevención de conflictos y la ceguera selectiva - que llevan los
gerentes y organizaciones de manera equivocada.
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Este video es presentado originalmente por TED y la liga es:
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