Tenemos una historia que
contarte…
We have a
story to tell you...
(Please
read this story below the Spanish version)
Un Toque de Limón
Cuando conocí al Sr. Jim Limón, yo era un estudiante
de dieciséis años de primer año en la Houston’s
Jackson Junior High y las posibilidades de terminar la secundaria eran
escasas. Era un adolescente problemático y de actitud rebelde viviendo en un
barrio que fomentó adolescentes con problemas.
El Sr. Limón enseñaba historia de América y estaba claro desde el primer día que en su clase no iba a haber interrupciones. Rápidamente me di cuenta de que el Sr. Limón era muy diferente de los otros maestros que había conocido. No sólo era la disciplina, sino también que era un gran maestro. Él nunca se conformaría con mi nivel habitual de trabajo en el salón de clases. El Sr. Limón me empujó y aguijoneó y nunca toleró la mediocridad que se había convertido en mi estándar de vida.
Cuando nos entregaron las calificaciones del primer
semestre, el Sr. Limón me llamó aparte y me preguntó que como era posible que
fuera un estudiante de calificaciones B en su clase y de D y F en las otras
clases.
Estaba listo para responderle su pregunta. Apasionadamente
le conté sobre el divorcio de mis padres, las pandillas de mi barrio, las
drogas, las peleas, y la policía - todos los males a los que había estado
sujeto. El Sr. Limón escuchó pacientemente y cuando terminé me respondió: “Hay un problema con su lista Sr. Phillips,
usted no está en ella”.
Entonces el Sr. Limón me explicó que la única persona
responsable de mi situación era yo. Y la única persona con la capacidad de
cambiar mi situación era yo, y que cuando yo personalmente aceptara esa
responsabilidad podría hacer un cambio significativo en mi vida.
Él me convenció de que yo estaba fallando no porque yo
fuera un fracasado, sino porque no estaba aceptando la responsabilidad por mis
resultados en las otras clases. Sr. Limón fue el primer maestro que tuve que me
hizo creer en mí mismo. Él me inspiró a ser un mejor estudiante y cambió mi
vida.
Diez años después, hablé con él de nuevo.
Me estaba preparando para graduarme de la Chaminade University en Honolulu.
Me había tomado semanas de llamadas telefónicas para
poder localizarlo, pero ya sabía lo que le tenía que decir. Cuando finalmente
tuve al Sr. Limón al teléfono,
le expliqué lo que su franca honestidad había
significado para mí, cómo finalmente me gradué de la escuela secundaria, y cómo
era un orgulloso sargento en el Ejército. Le expliqué cómo me había casado con
la mujer más hermosa y maravillosa de mis sueños y cómo teníamos una hermosa
hija.
Más que nada quería que supiera que me iba a graduar
con el máximo honor, el “magna cum laude”
después de haber ido a estudiar cuatro horas cada noche, cuatro noches a la
semana por tres años. Yo quería que supiera que nunca hubiera logrado ninguna
de estas cosas si él no hubiera sido parte de mi vida.
Finalmente, le dije que había estado ahorrando dinero
por dos años para poder invitarlo a él y a su esposa a venir a Hawaii a mi costa
para ser parte de mi graduación. Nunca olvidaré su respuesta. El Sr. Limón
dijo: “¿Quién dijo que habla?”
Yo era solo uno de los cientos de estudiantes a los
que les cambió la vida y parecía genuinamente sorprendido del impacto que causó
en ellos.
Tal vez ninguno de nosotros nos damos cuenta del
impacto que tenemos en los demás ni otras personas tienen idea del impacto que
tienen sobre nosotros. ¿Cuánto, entonces, debemos ser conscientes de nuestra
influencia sobre los demás para asegurarnos de que sea la mejor? ¿Y cuánto más
debemos decirle a los que han tenido un impacto positivo en nuestras vidas?
Rick Phillips es un orador y entrenador motivacional.
Puedes visitar su sitio web en: www.rickphillips.com
o si prefieres puedes escribirle tus comentarios a pssd@earthlink.net
Publicada originalmente en Internet en Insight Of The Day de Bob Proctor
Adaptación al Español: Graciela Sepúlveda;
Andrés Bermea
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Here the English version
A Touch of Lemon
When I met Mr. Jim Lemon, I was a sixteen-year-old freshman at Houston's Jackson Junior High and the chances of my finishing high school were slim. I was a troubled teenager with an attitude, living in a neighborhood that fostered troubled teenagers.
Mr. Lemon
taught American history and it was clear from the first day that his classroom
was not going to be disrupted. It was apparent very quickly that Mr. Lemon was
quite different from the other teachers I had known. Not only was he a
disciplinarian, but also he was a great teacher. He would never settle for my
usual standard of classroom work. Mr. Lemon pushed and prodded and never
tolerated the mediocrity that had become my standard.
On the
occasion of our first semester report cards, Mr. Lemon called me aside and
asked how it was possible that I was a B student in his class and a D and F
student in the rest of my classes.
I was ready
for that question. I passionately told him about my divorced parents, the local
gangs, the drugs, the fights, and the police - all the evils that I had been
subjected to. Mr. Lemon listened patiently and when I was through he responded,
"There's a problem with your list
Mr. Phillips, you are not on it."
Then Mr.
Lemon explained that the only person responsible for my situation was me. And
the only person with the potential to change my situation was me, and that when
I personally accepted that responsibility I could make a significant change in
my life.
He
convinced me that I was failing not because I was a failure, but because I was
not accepting the responsibility for my results in those other classes. Mr.
Lemon was the first teacher I had who made me believe in myself. He inspired me
to become a better student and he changed my life.
Ten years
later, I spoke to him again. I was preparing to graduate from Chaminade University
in Honolulu.
It had
taken weeks of telephone calls to find him but I knew what I had to say. When I
finally did get Mr. Lemon on the telephone, I explained what his brutal honesty
had meant to me, how I finally graduated from high school, and how I was a
proud staff sergeant in the Army. I explained how I had married the most
beautiful and wonderful woman of my dreams and how we had a beautiful a
daughter.
Most of all
I wanted him to know that I was about to graduate magna cum laude after going
to school for four hours a night, four nights a week for three years. I wanted
him to know that I could never have done any of these things if he had not been
a part of my life.
Finally, I
told him that I had been saving money for two years so that I could invite he
and his wife to come to Hawaii
at my expense to be part of my graduation. I'll never forget his response. Mr.
Lemon said, "Who is this
again?"
I was just
one of hundreds of students whose life he changed and he seemed genuinely
surprised of his impact.
Perhaps
none of us realize the impact that we have on other people nor do other people
have any idea how much of an impact they have on us. How much, then, should we
be aware of our influence on others to make sure that it is for the best? And
how much more should we tell those who have had a positive impact on our lives?
Rick Phillips
Rick Phillips is a
motivational speaker and trainer. You can visit his website at: www.rickphillips.com or feel free to email your comments
to pssd@earthlink.net
Published on Insight Of The Day from Bob Proctor
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